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Salvador García "Panxa-verda"

Biografía de Salvador García “Panxa-verda” (1891-1964), maestro y guitarrista. Un acercamiento hacia su figura.

Por José Enrique Seguí Femenía

Salvador García “Panxa-verda”, apodo heredado de su abuelo debido a su pronunciada barriga y a la camisa ligeramente enverdecida cuando regresaba del trabajo en el campo, nació en Beniopa, pero ejerció su carrera musical y pedagógica en Gandia (Valencia), comarca de la Safor. Primogénito de seis hermanos, se inició en el estudio de la guitarra y el solfeo a los cinco años bajo la dirección de un maestro invidente de Hellín residente en Beniopa. Más tarde, sus padres se trasladaron a Gandia y allí tuvo el privilegio de ser alumno del maestro Francisco Tárrega, gracias a que éste se hospedaba, cuando recalaba en dicha ciudad entre concierto y concierto, en el hostal que regentaba su padre. Tárrega actuó en Gandia en diversas ocasiones y una de ellas fue en 1898, fecha en la que el padre del pequeño Salvador le llevó ante el maestro para que escuchara sus interpretaciones. Las clases magistrales con Tárrega favorecieron su talento musical, aunque lo tuvo que desarrollar con su trabajo diario. Tal esfuerzo lo llevó a cabo en unos tiempos difíciles, primeramente, al ser considerada la guitarra un instrumento popular no apto para interpretaciones de obras cultas o clásicas. En segundo lugar, al hecho de disponer de unos medios limitados con respecto a la edición de partituras, copias, repertorio original, distribución, cuerdas, etc., que fue un lastre para la creación de su obra y su labor pedagógica. Y por último, el “handicap” de su salud, que parece ser la causa principal de que su carrera no hubiese culminado en el lugar sobresaliente que pensamos se merecía un maestro como él.


Cuando Salvador García prosiguió sus estudios de guitarra en el Conservatorio de Música de Valencia, lo hizo bajo la dirección del maestro Joaquín García de la Rosa, quién también había sido alumno de Tárrega, por lo que Salvador García continuó, al entrar en el conservatorio, en la misma línea académica. La completa formación que poseía como músico, también se debió al estudio de otras disciplinas como la armonía y la composición, que corrió a cargo del maestro Manuel Palau. El dominio de la composición le permitió realizar transcripciones para guitarra de gran calidad, dotando así a este instrumento de un mayor repertorio.


Su pedagogía.

Los discípulos de Salvador García han llegado a convertirse en notables concertistas y maestros de la guitarra, entre los que cabe destacar a José Luís González, Antonio Chover, Antonio Company, Antonio Verdú, Melchor Rodríguez, Andrés Martí, etc. Ellos nos contaron anécdotas de su maestro y también nos mostraron el proyecto de método para guitarra que nunca se llegó editar. Así nos hablaba Melchor Rodríguez, en entrevista telefónica para nuestro trabajo, del que fue su maestro: Fui de los últimos alumnos que tuvo don Salvador. Iba a sus clases muy a menudo y trabajábamos el método que él había elaborado. Era una persona de extraordinaria sensibilidad y muy atenta con sus alumnos. Sus familiares nos contaron que además de éste instrumento, también daba clases de acordeón, castañuelas y bandurria. De entre sus muchas facetas estuvo la dirección, y así lo demostró, durante un corto periodo, frente a la Banda de Música de Gandia. Otro hecho remarcable, es que conoció al guitarrista Andrés Segovia y que éste, al parecer, también llegó ha ser discípulo suyo. Según una de las biografías editadas en un diario póstumo al fallecimiento del maestro, para costearse sus primeros estudios dio clases a varios alumnos, entre ellos a Segovia, que en esos momentos sintonizaba más con el estilo flamenco. No se sabe con certeza si fue Salvador García quién le inculcó el gusto por los clásico.


Trayectoria concertística.

Cuando los empresarios y entidades empezaron a reclamar sus conciertos en el extranjero, Salvador García contaba con veintidós años y se embarcó en una gira por África, Egipto, Asia y Japón. Así recorrió Europa, de 1911 a 1932, en actuaciones casi diarias en conservatorios, teatros y salas de conciertos. Las críticas fueron muy buenas, cotizándose a escala de los primeros concertistas de su época. En el año 1953, fue invitado por la sociedad “Amigos de la Guitarra” a dar un concierto. Su programa se dividía en dos partes y las obras que interpretó eran tanto originales para guitarra como transcripciones.

Las personas que le conocieron y llegaron a oírle tocar nos describieron los detalles más característicos de su interpretación y su sonido, coincidiendo todos en su vigorosidad y fuerza, a la vez que sentida expresión romántica. Antonio Verdú nos describía algunos recuerdos del que fue su mentor, en entrevista personal para nuestra investigación: Sus recitales eran de tiempo imprevisible, aunque normalmente largos porque no se cansaba de tocar. En cierta ocasión, después de un recital brillantísimo, salió a hombros del Teatro Serrano. La gente admiraba su sentida interpretación de las obras, era único. Su sonido amplio y vigoroso se debía a su pulsación, pero también a las cuerdas metálicas.


Utilizaba cuerdas de acero atenuadas, en ocasiones, por unos papelitos colocados estratégicamente en el puente con la intención de homogeneizar al máximo el sonido. Tocaba con yema, pues no era partidario del sonido con uña. De estos aspectos nos hablaba Antonio Company, en una entrevista telefónica: Salvador García tocaba muy bien, como Tárrega y con yema. Utilizaba cuerdas metálicas (las tres primeras) y otras fabricadas con hilo de pescar que era lo más parecido al nylon, ya que por aquellos años (1936) eran muy difíciles de encontrar.


Tras una brillante trayectoria internacional de recitales, Salvador García tomó la decisión de retirarse de las grandes giras de conciertos en aras de dedicar su arte para él, para los suyos, para los más amigos y para los que sabían apreciarlo de verdad, de cerca y en la intimidad, como también lo hacía su maestro Tárrega. Desde su lugar de retiro, se dedicó a la pedagogía y otros aspectos de interés para él, como era la filosofía y la cultura en general.


Salvador García no buscaba la fama y sí el “arte por el arte”. Supo seleccionar, inteligentemente y con sensibilidad, lo que quería hacer, lo que le gustaba y sabía que agradaba al público. Un arte arraigado a la estética romántica, que era el gusto preponderante de su tiempo, aunque en ese momento las distintas corrientes estilísticas del siglo XX eran abundantes. Este poco interés por la fama y el éxito como único fin queda patente también en su obra guitarrística, ya que apenas editó partituras y sin embargo su producción fue extensa. Él mismo llegó a afirmar “no quiero publicar nada”.


Toda la sencillez y el anonimato que caracterizaron la vida de Salvador García “Panxa-Verda”, se convierten hoy en un reclamo y un reconocimiento de su obra, su figura y su generosidad desinteresada, con respecto a la música.